sábado, 14 de enero de 2012

Ceares bajo el terror de los zombies...

http://www.lne.es/gijon/2010/03/29/nina-natahoyo-resucito/893339.html

La niña de El Natahoyo que «resucitó»

 

La prensa nacional registró hace un siglo un espeluznante suceso gijonés, protagonizado por una niña «enterrada viva», que tuvo gran eco pese a los desmentidos de la familia






LUIS MIGUEL PIÑERA 

Cerraime la tapa del ataúd, que entra la corriente...
La cuestión comenzó con un artículo publicado en «El Noroeste» el día 17 de marzo de 1910, hace un siglo. Haciéndose eco de «rumores entre las trabajadoras de la Fábrica de Tabacos», el diario informaba, bajo el titular de «Macabro suceso» de lo siguiente. Al parecer una niña gijonesa vecina de El Natahoyo, de seis años, de nombre Ángeles González González y cuyo padre trabajaba en la Compañía Gijonesa de Maderas, había «resucitado» en el depósito del cementerio civil del Sucu. Durante la noche la niña había salido del ataúd y a la mañana siguiente el sepulturero había avisado al padre que la encuentra todavía viva. Pero muere a los pocos minutos «de terror y de miedo». El enterrador era José Sánchez, «El Pintu», que moriría tres años más tarde, ya octogenario.

La noticia, como es natural, corrió como la pólvora por la ciudad. Sin embargo, el padre de la niña publicó el día siguiente una carta en otro diario local desmintiendo tal suceso. Además aportaba datos como que el ataúd permaneció cerrado con llave toda la noche -él conservaba la llave- y que al abrirlo por la mañana su hija permanecía tal como la había dejado, muerta. Y que junto con el enterrador le dio sepultura por la mañana. El «macabro suceso» fue desmentido varias veces en días sucesivos, y se convirtió en motivo de enfrentamiento entre los dos diarios locales más importantes entonces: el que había dado la noticia y el que la desmentía.

Pero la cosa no se pudo parar. Fue noticia nacional. Bajo el llamativo título de «Niña enterrada viva», el diario madrileño «La Correspondencia de España» hablaba del impacto que había causado en Gijón el suceso.

Explicaba que la niña había sufrido un colapso y que el médico, creyéndola muerta, había certificado la defunción. «En un blanco ataúd fue depositada en la capilla del cementerio», decía, aunque en realidad era en el depósito del cementerio civil. Pero el diario se extendía en otros detalles. Decía que durante la noche la niña había despertado y había logrado salir de la caja y había comenzado a gritar. «Los gritos al ser tan débiles no pensó el guarda que fuesen de ser humano alguno y no acudió». Ya por la mañana encontró a la niña sin fuerzas para hablar.

Nos sigue contando «La Correspondencia de España» que el enterrador avisó a los padres y que cuando éstos llegaron al Sucu, la niña había muerto y que el Juzgado iniciaba instrucciones contra el médico que había certificado la defunción anterior. Muy similar fue la información de «La Correspondencia Militar», del 17 de marzo de 1910, añadiendo que la niña al final «murió de miedo».

También se hizo eco «El País, diario republicano», que aprovechó el caso de Gijón para publicar unos artículos sobre «la muerte aparente». Dice «El País» (que titulaba «Una niña en el ataúd») que gracias a que era de tarde no se la enterró sino que se decidió dejarla en el depósito hasta el día siguiente.

Además decía algo bien curioso y que no sabemos si era una costumbre de la época: «Tan mal está el cementerio de Gijón que se los deja en la capilla sin el timbre de alarma atado al dedo del muerto dudoso». Denunciaba la información que el enterrador la había encontrado en el suelo pero con vida, llorando, y que murió al poco tiempo. «La ligereza de un médico y el abandono en que está el cementerio de Gijón fueron las causas». Hasta el «Abc» publicó la noticia, desmintiéndola igualmente más tarde.

A pesar de la insistencia del padre (escribió varias cartas más a la prensa negando los hechos), la noticia ocupó muchas páginas en diarios de Gijón y de toda España durante aquel mes de marzo de 1910. Pero las tribulaciones del padre no acabaron ahí. A los pocos días de ser enterrada un juez ordenó la exhumación del cadáver, para comprobar su estado y sin duda causando más tribulación de la familia.

Así se hizo, y el juez lo certificó definitivamente: «Todo está en orden, está muerta».

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